Había una niña en el supermercado, quería salchichón para merendar, aunque en casa había muchas otras cosas a su madre le hizo gracia, como siempre, y mientras la besaba sonriente le decía al charcutero que le pusiera de ese salchichón a su niña. Luego quiso un dulce de chocolate y le bailó el agua a la madre para que se lo comprara, ella, en vez de coger un dulce echó una docena al carro, sabiendo positivamente que al final tendría que comérselos ella. Ya en la caja preparada para pagar, dos chupa chups se deslizaron por la cinta transportadora uno para ese mismo instante y otro...también. Había una niña en la tienda de ropa y quiso unos vaqueros de marca, su madre, después de hacer una cuenta mental, accedió al capricho de la niña , también una camiseta que le hiciera juego y que no desluciera al tan lujoso pantalón, que por cierto, tenía unos rotos que venían de fábrica, a nivel de la rodilla. Bueno, pase por esta vez, dijo la madre y mientras buscaba su rostro para besarla, la niña lo echaba hacia atrás para colocarse la melena dorada recién sacada de la peluquería. Había una niña que perseguía a su madre por la casa empeñada en que le comprara un móvil, la madre se negaba porque aún era pequeña y porque el que quería era caro. La niña lloró un rato y cuando vio que la madre no se ablandaba se dirigió a ella de forma violenta y la amenazó con abandonar la casa si no lo tenía ya. La madre preocupada desde hacía tiempo porque su niña había dejado de ser dulce y graciosa y pensando en que podría hacer cualquier locura, se apresuró a salir a la calle con ella y allí, en el establecimiento más cercano firmó un contrato con una empresa de telefonía, a su nombre. Había una niña en la calle, estaba sentada en la acera, fumaba un pitillo con ansiedad como si en cada calada le fuera la vida, tenía en el brazo unos morados como si acabaran de sacarle sangre, reía al son de los chascarrillos que le contaban los amigos, era ya de madrugada cuando sonó su móvil de última generación. Lo miró con desdén al ver que era su madre la que insistentemente llamaba, a regañadientes y por no escuchar de nuevo la canción de la llamada entrante, apretó la tecla verde; antes de escuchar y con voz aguardientosa y desafiante dijo: ¡si no me dejas en paz no volverás a verme nunca! Había una madre abatida que se movía nerviosa por la casa, sus ojeras eran notables y las escoceduras que en ellas tenía delataban el continuado llanto. Había una madre que se avergonzaba al encontrarse a sus amigas, que había dejado su vida social para quedarse en casa esperando a ver a qué hora y en qué estado llegaba su hija. La tensión de cada día había provocado la ruptura con su marido, el que fuera su novio de toda la vida. Había una madre con la mente perdida en el pasado y el corazón encogido, que no hacía otra cosa que mirar y besar las fotos en las que aparecía Anita, la niña, cuando era graciosa y quería salchichón para merendar.
Mercedes Marín del Valle
Mercedes Marín del Valle
Enhorabuena, Mercedes, tu relato es una lección práctica de psicología educativa, de cómo una educación sin límites ni "noes" puede desarrollar la intolerancia a la frustración. La droga proporciona satisfacción inmediata a quien no soporta una realidad que exige esforzarse y tolerar la demora para alcanzar satisfacciones valiosas. Otra vez mi enhorabuena.
ResponderEliminarEl manco
A veces, como padres o como sociedad en general, pensamos que "algo" está bien o se puede hacer porque es "solo una vez" y así puede ser, pero que no se convierta en la tónica, que sobre todo no se convierta en la obligación.
EliminarBuenas noches. Muy agradecida
Pues cuentas algo tan real como que todos los que somos padres, en más o menos medida, hemos vivido. Yo también pienso que mucha culpa es nuestra, por ceder continuamente al chantaje emocional que nos hacen, aunque a toro pasao, es más fácil verlo.
ResponderEliminarUn saludo, me gustó esta entrada.
Como decía antes, todos todos todos, somos responsables, cuando estas cosas desgraciadas ocurren.Gracias. Buenas noches.
EliminarHabia una niña grande incapaz de entender porque el mundo no le da lo que cree merecer, eso es lo peor, la cantidad de niños grandes que soltamos a la vida.
ResponderEliminarUn saludo Cora.
QUería comentarte que los relatos que solemos colgar en este blog son de un máximo de 120 caracteres.
Ah pues lo siento de veras. Lo vi mal entonces. Pensé en 1200. Vaya fallo. Perdonadme no volverá a ocurrir.
EliminarSaludos.
Me parece que hay un error en el comentario de Marga, 120 caracteres son apenas dos líneas. Creo que son efectivamente 1200, de todos modos tu relato los excedía con bastante. Al acabar de escribir el relato hay una ventanita que te permite contabilizar cuantos caracteres tiene. Pero bueno, ha valido la pena que te excedieses por una vez, al relato necesitaba esa extensión para decir lo que quería decir, que quizás no cabe precisamente en un microrrelato.
ResponderEliminarEl Manco
Si,ya me di cuenta después. La impaciencia que juega a veces malas pasadas.
ResponderEliminarLo tengo en cuenta para los próximos.