Pasaban los segundos, los minutos, las horas y ahí seguíamos todos, la fiesta continuaba pero de otra manera. A ver si me explico, ya no había música, ni gente bailando, ni botellas de alcohol deslizándose en la barra... Simplemente silencio. Los pocos que quedamos juntamos varias sillas en el porche y nos tumbamos rodeados de mantas esperando con paciencia el amanecer.
Más silencio.
Seis y media de la mañana, los conjuntos de luces comenzaron a dibujar una hermosa estampa que se proyectó ante nuestros ojos. Destellos anaranjados y rosáceos lucían aquella mañana de Junio. De fondo un arco, la piscina y más en el fondo aún el mar. Grandioso, eterno, perfecto y admirable.
Julio Pard
Más silencio.
Seis y media de la mañana, los conjuntos de luces comenzaron a dibujar una hermosa estampa que se proyectó ante nuestros ojos. Destellos anaranjados y rosáceos lucían aquella mañana de Junio. De fondo un arco, la piscina y más en el fondo aún el mar. Grandioso, eterno, perfecto y admirable.
Julio Pard
Sólo faltarían una guitarra y unos canutitos. Aunque podrían romper la olímpica serenidad del cuadro, flanqueado por un arco que se antoja grecorromano. Has transmitido correctamenteo tu vivencia y la belleza del momento..
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario anónimo. Buena sugerencia aunque recuerdo que íbamos demasiado ebrios como para arrancarnos con la guitarra. Gracias de nuevo.
EliminarUn saludo