sábado, 11 de mayo de 2013

Mis tres damas.

Son tres las mujeres de mi vida. La primera me ofreció el mundo, la segunda me levanto del suelo cuando la tercera tan bajo me dejo. Cuando voy a casa de la primera, nunca pregunta nada. Con solo una mirada sabe cómo me siento porque en mi sangre corre parte de la suya. Cuando voy a casa de la segunda, reconozco a mi casa. Aquella en la cual mi alma vive en paz. Nunca he estado en casa de la tercera porque de allí nunca podría volver. En el negror de sus ojos podría recordar quien soy realmente.

Henriette.

La araña y el ave.

Anoche una atareada araña quiso y atrapó con su seda a la luna. Cientos de miles, millones de luciérnagas tejidas, enmarañadas. Anoche una araña dejó de tejer y lloraba; - ¿Porqué lloras araña? - Estoy exhausta de mi ingenio. - ¿Porqué lloras araña? - No soy yo, es mi tristeza. - ¿Porqué lloras araña? - Por las aves de la mañana. - ¿Porqué sigues llorando araña? volvió a preguntar el ave. - Por que ya asoma el alba.

Ramón María

Bus escolar, mayo

Esta mañana, y no sólo por el sueño, mis ojos se entornan del modo más especial, mi cuerpo tiene la laxitud más dulce, mis labios conservan el aroma de tu cuello y mis brazos te abrazan en secreto en presencia de todos. En el parabrisas no hay sol, ni pájaros, ni amapolas, ni nubes, porque allí, ocupándolo todo, estás tú, sólo tú, sólo tú.

El Manco del Espanto

viernes, 10 de mayo de 2013

Heridas de guerra

El cabo Hopkins repartía las cartas con la izquierda, mientras su mano derecha reposaba en un cabestrillo, como un pájaro muerto.
 Era una auténtica institución; su valor y su audacia eran ejemplo para todos. Se rumoreaba que había perdido la movilidad del brazo en una heroica misión
Pese a su oposición, fue jubilado anticipadamente con todos los honores, yo le admiraba sinceramente…
 No supe del él en años, hasta que le reconocí en un bar anodino. Tocaba la guitarra con aire distraido mientras tarareaba una balada. Algo me hizo sentirme avergonzado y abandoné el local antes de que pudiera verme.

desasosegada

jueves, 9 de mayo de 2013

Épocas

"Hubo un tiempo de relojes y esperas, de ausencias y añoranzas. Hubo días sin sol y noches oscuras, apenas un hilo de luna cubriendo los nubarrones de tormenta. También hubo una época de segundos como horas, de minutos sepulcrales como el silencio, de horas perdidas con la esperanza de ver el alba. Y hoy ha llegado el día de abrir la puerta a los brazos que ofrecen abrazos, a los labios que reclaman besos, al sexo que desea la cálida humedad de una cueva donde esconder tesoros e infancias. Llenaré cada sueño roto con briznas de alegría, recompondré los años perdidos con un lactante que te haya llenado los pechos adolescentes. Ni el llanto ni los párpados cargados de duermevela te despertarán de esta realidad. Mujer, niña, eres una isla, un edén de delicias para vivir. A pesar del rechazo, del asco, del odio que puedas sentir por mí. Aunque persista el cautiverio. Con una única condición: no me mires con estos ojos asustados, vacíos, tristísimos, porque yo no soy una bestia. En Estocolmo no siempre se vive de síndromes, amor." Con estas palabras, cierra de nuevo la puerta del zulo, dejando a la pequeña entre sollozos y lágrimas amargas. Ha conseguido lo que quería, por la fuerza.

deomises

martes, 7 de mayo de 2013

Ella

Ese olor que lo impregna todo se cuela y me lleva de la mano sin voluntad alguna al trono donde espera con impaciencia. Yo, que me enorgullezco de ser un noble y valiente caballero me diluyo convirtiéndome en un misero mendigo, que queda atrapado entre sus muslos sedientos, esperando que mi lengua rebase y llegue al torrente cálido de su sexo. Entonces implacable cercena mi cabeza, que rueda amontonándose en un rincón con las demás…

María

¿Qué le pasa a la princesa?

Siempre quise ser una princesa.
Mi padre decía: “eres la princesa de mi corazón” pero yo quería ser una princesa de verdad.

Tanto lo deseé que debí ablandar el corazón de algún duende juguetón y un buen día me desperté en una cama enorme. A partir de ahí todo fue enorme y yo empecé a sentirme insignificante.
Me esforcé, creanmé,  tomé clases de protocolo, de idiomas, de dicción y de mil cosas pero no logré adaptarme.
Cuando llegaba a la sala del trono vestida con mis mejores galas, veía fruncir el ceño a la reina, mi madre, desconcertada por mi elección. Si me esforzaba en ser “maravillosa” en una recepción, el rey, me miraba fastidiado.
Un buen día me harté y confesé la verdad: que soy una impostora, que jamás tuve sangre azul y que lo único que quiero volver a mi pueblo a abrazar a mi padre y a jugar con mis amigas, que echó de menos las albóndigas, el autobús del cole y la piscina municipal.
El rey me miró airado y llamó a mi tutor para darle instrucciones, desde entonces siempre tengo ganas de llorar y sólo sueño con volver a ser la que era.

desasosegada

lunes, 6 de mayo de 2013

auxilio social

Necesitamos recobrar valores trascendentes, para solidarizarnos con el dolor y auxiliar con nuestra “migaja de pan” al desheredado…

Kim Bertran Canut