Mamá, ¡cóseme!
Y mamá, siempre solícita, lo cosía: le subía la ropa de cama y le ajustaba el embozo debajo del mentón, ciñéndolo a los lados y remetiéndolo entre somier y colchón. Así dormía Andrés, "cosido" como él decía, amortajado casi. Le encantaba, "Así deben quedar siempre las cosas: bien ajustadas", pensaba para si.
Muchos años después, habiendo dejado atrás infancia y adolescencia, Andrés se dio a la escritura; ponía especial cuidado, como el relojero ajustando un engranaje, en engarzar bien las palabras, en casar las frases, en componer párrafos con sentido y sentimiento; en armar un buen texto en conjunto, que sonase bien al leerlo, que, como los buenos licores, dejase buen sabor de boca, en este caso al recitarlo.
Su difunta madre ya no acudía a coserlo en la noche, pero juntando, ajustando y remetiendo palabras, sábanas y sentimientos, seguía pensando: "Así deben quedar siempre las cosas: bien ajustadas".
YOLO
Y mamá, siempre solícita, lo cosía: le subía la ropa de cama y le ajustaba el embozo debajo del mentón, ciñéndolo a los lados y remetiéndolo entre somier y colchón. Así dormía Andrés, "cosido" como él decía, amortajado casi. Le encantaba, "Así deben quedar siempre las cosas: bien ajustadas", pensaba para si.
Muchos años después, habiendo dejado atrás infancia y adolescencia, Andrés se dio a la escritura; ponía especial cuidado, como el relojero ajustando un engranaje, en engarzar bien las palabras, en casar las frases, en componer párrafos con sentido y sentimiento; en armar un buen texto en conjunto, que sonase bien al leerlo, que, como los buenos licores, dejase buen sabor de boca, en este caso al recitarlo.
Su difunta madre ya no acudía a coserlo en la noche, pero juntando, ajustando y remetiendo palabras, sábanas y sentimientos, seguía pensando: "Así deben quedar siempre las cosas: bien ajustadas".
YOLO
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