“Quizás mañana me elijan”. Se repite sentada en la soledad del banco cercano a la capilla. Desde allí, ve todo el patio: las mayores se contonean y hablan de su primer beso junto a la portería, los pequeños se reparten entre policías y ladrones o juegan al pañuelo. Las de su clase saltan la goma cogiéndose la falda gris y cantando “el chicle Bazoka se estira y explota”. La señorita Matilde vigila el recreo pero, justo ahora, mira para otro lado. Al fondo, las escaleras que suben hasta el muro que da al acantilado hacia donde ahora ella camina.
#montesinadas
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