Érase una vez una tienda de animales. Una alegre confusión reinaba en su escaparate, una algarabía de tanques, jaulas y terrarios, donde sus variopintos moradores hacían sonar trinos y maullidos, más a orquestilla matinal que a trifulca nocturna.
Allí descubrí la pecera. Su dueño era un magnífico betta, cuya imagen distorsionaban los cristales multicolores que lo aislaban del mundo. Los otros animales formaban a su alrededor, cual espiral de picos y bocas abiertas, mientras él los colmaba de condescendencia y agresividad.
Yo observaba fascinado sus iridiscentes evoluciones y aguardaba en silencio, hasta que decidió comunicarse conmigo. Con el tiempo, creí haber descifrado los mensajes, escuetos y ásperos, que emitía a través de su laberinto. Me parecieron reveladores. Tanto que, ingenuamente, me permití soñar que pertenecía a su mítica especie. Llegué incluso a preguntar su precio y aún así, me encariñé con él.
Un día se revolvió contra mí y sin un crujido de despedida, se esfumó. Lo intuyo aún en su pecera, soberbio y prepotente, con un rastro de crueldad embelleciendo sus escamas, en un vano intento por ocultar su vulnerabilidad. Un dagón monomorfo herido de egolatría.
Somnus Tuus
Allí descubrí la pecera. Su dueño era un magnífico betta, cuya imagen distorsionaban los cristales multicolores que lo aislaban del mundo. Los otros animales formaban a su alrededor, cual espiral de picos y bocas abiertas, mientras él los colmaba de condescendencia y agresividad.
Yo observaba fascinado sus iridiscentes evoluciones y aguardaba en silencio, hasta que decidió comunicarse conmigo. Con el tiempo, creí haber descifrado los mensajes, escuetos y ásperos, que emitía a través de su laberinto. Me parecieron reveladores. Tanto que, ingenuamente, me permití soñar que pertenecía a su mítica especie. Llegué incluso a preguntar su precio y aún así, me encariñé con él.
Un día se revolvió contra mí y sin un crujido de despedida, se esfumó. Lo intuyo aún en su pecera, soberbio y prepotente, con un rastro de crueldad embelleciendo sus escamas, en un vano intento por ocultar su vulnerabilidad. Un dagón monomorfo herido de egolatría.
Somnus Tuus
Una buena metáfora de ciertos amores agridulces o simplemente agrios
ResponderEliminarEstimado anónimo:
EliminarMi intención no era hablar de amor, pero supongo que también puede leerse así.
Gracias por su comentario.
Somnus T.
Una buena reflexión sobre el ego y el despotismo, desprecio tras los cuales se esconde casi siempre un acto de vulnerabilidad, falta de autoestima o incluso miedo.
ResponderEliminarEsa es mi interpretación, pero el lector es siempre objetivo, podemos sacar conclusiones variopintas.
Me ha gustado el relato.
Saludos
Rosa
La interpretación que cada uno de nosotros hace de un texto determinado es muy personal, estoy de acuerdo, pero la que ha hecho Ud del mío se corresponde con lo que yo intenté expresar en él. Ahí está todo lo que Ud ha dicho y también el desconcierto del otro animal, que desde su propia pecera, observa atónito cómo se ha perdido irremisiblemente entre la incomunicación, la cobardía y el miedo.
EliminarMuchas gracias por su lectura y su amable comentario.
Saludos de vuelta.
Somnus T.
Coincido con el primer comentario en que el relato puede reflejar ciertos amores desafortunados. Lo cual es perfectamente compatible con lo que se expresa en los comentarios posteriores. La admiración, las vanas ilusiones, la arrogancia, la inaccesibilidad, el desdén... están presentes en muchas relaciones de todo tipo, entre ellas y marcadamente las amorosas, y precisamente lo que el relato expresa se parece mucho a un enamoramiento no correspondido
ResponderEliminarComprendo su punto de vista y estoy de acuerdo con sus palabras, aunque insisto en que no traté ni remotamente de describir un enamoramiento no correspondido. Es más bien el relato de una decepción inmersa en otro tipo de relación humana, menos profunda y comprometida, más distante.
EliminarEn realidad lo que intenté expresar fue la historia de un proyecto fallido. La intención de uno de los protagonistas de construir una amistad con el otro, aún sabiendo que estaría lastrada por muchos condicionantes negativos y probablemente irresolubles por parte de ambos, pero que así y todo, estaba dispuesto a trabajar. Y lo estaba porque creyó en la otra persona, porque ingenuamente supuso que se podía tender un puente entre ambos, a pesar de las inmensas diferencias que existían entre ellos. Era de esa abismal diferencia de lo que desconfiaba, de un desequilibrio que no le favorecía, ante el que cerró los ojos porque lo que emanaba del betta le compensaba y en cierto modo le aturdía.
Puede que esa ceguera le haya impedido entender la realidad del otro y de ahí el asombro que siente ante su decisión súbita de darle la espalda. Intentar comprender el por qué de esa actitud es lo que le conduce a pensar que cualquiera que sea la causa, estaba ya allí y no lo comprendió. Por eso la decepción es también consigo mismo. Porque lo que ve ahora y no le queda más remedio que juzgar, le traiciona a sí mismo.
Y hasta aquí puedo leer. Sí es cierto que hay sentimientos implícitos en el texto que puede compartir con un enamoramiento no correspondido, otro ejemplo de frustración, desengaño e inaccesibilidad. Pero créame si le digo que no hay nada de amor en él.
Entienda también que es la visión de tan sólo una de las partes. Seguramente si el betta nos proporcionase su propia versión, el cuadro se completaría, se aclararía y quedaría patente que el amor no es un ingrediente constituyente del mismo.
Le agradezco mucho su lectura y su comentario.
Un saludo.
Somnus T.
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