Diciembre llegó puntual a su cita de otoño. El calendario dejó ir otra lámina, dejando un conjunto de planes reducido a su mínima expresión. Ante la consternación de todos, el frío había llegado con adelanto, y nevaba en casi toda la península
Bajo la foto de un glaciar argentino, el mes se estrenaba en viernes, como pidiendo un último impulso para superar, vivo, un año muy extraño.
Mientras las noches le dejasen dormir, las telarañas irían tejido recuerdos que enviar al baúl de los olvidos, para afrontar el último mes con un ánimo dispuesto a tales fechas. La amistad se renovaría, la familia se reuniría, y la felicidad impostada de las fechas, debía pillarle sin esa cara de vinagre que el espejo, empecinado, le mostraba cada día.
Se cuelan por entre las cifras, nuevamente, los planes de navidad, y de alegría.
Albada
muy evocador, y muy realista para estos tiempos que últimamente se hacen tan difíciles de manejar.
ResponderEliminarEs que eso de que las fechas impongan lo que tenemos que sentir me gusta muy poco. El espíritu navideño lo quiero, pero para todo el año, y su consumismo para ninguno.
ResponderEliminarAunque reconozco que la iluminación de las calles y el anhelo infantil me encantan.
Un saludo
Reconozco que las alegrías impuestas solo pueden ser impostadas, pero que le vas a hacer... a mi reunirme con las amigos, ver a la familia o hacer regalos, me va.
ResponderEliminarAunque se lleva poco reconocerlo, lo sé.
Un beso.