Desandando el sendero, su piel sabía a limones del sur, a savia de higuera, a luna blanca, a voces olvidadas de un punto ciego del camino.
Se dio de bruces con la arena de otros páramos, con ecos de un pasado que enterrar, con los cantos rodados de otras orillas, con la misma luz y el mismo olor a salitre, pero en nada parecido.
Galopando en el tranvía de los recuerdos, se vio con menos años y mejor tipo, pero con el mismo anhelo, el de descansar al remanso de unos brazos, abiertos y ligeros, como una reconocible segunda primavera en flor que alunizar.
Albada
Precioso, Albada.
ResponderEliminarY esperanzador, porque se reconoce en quien fue, muchas veces no es así.
Un beso.
desasosegada.
Hay ayeres que es mejor no volver a abrir, ni con otros disfraces de la memoria. Hay ayeres que sirvieron para hacer crisálida de un hoy. Hay ayeres que escuecen como sal en las heridas.
EliminarPero casi siempre hay un hoy que vale la pena, y que nos hacen reconocernos en una imagen de ayer mejorada, como una mejor versión de uno mismo, y a ese hoy me refería.
Un beso, y si no hay ocasión de coincidir, feliz, muy feliz navidad, querida Marga