martes, 28 de septiembre de 2010

Llevaban tres días de vacaciones. Aún no habían salido de la habitación de hotel desde su llegada. El estado letárgico se mezclaba con los kilómetros de piel que había recorrido. Solo quería dormir, cuando empezaba de nuevo a ascender desde el llano hasta los repechos, una y otra vez, reinventando la ruta. Cuando sus hijos les preguntaran. Ellos les hablarían de momentos de paz, descanso y paisajes bellos en tardes con sabor a melaza y aire estanco.

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