lunes, 13 de septiembre de 2010

Reflexión

Entro al coche por inercia, aletargado y con los últimos restos de sonidos memorizados. Treinta kilómetros me separan de mi mullida cama. Mi estado de hipnagogia me hace sentir la pérdida del contacto con el suelo y los múltiples golpes se suceden. Silencio, oscuridad, duda, miedo, dolor... intensas sensaciones en soledad. Dos luces se acercan con celeridad en el vértigo de la obnubilación. Siento un contacto en la espalda y me vuelvo, contestando: ¡No, gracias, no quiero más!.

veintiuno


1 comentario:

  1. Quizás no he sabido traspasar el pensamiento en historia. Si empezamos por el final, lo entendereis mejor. Está de fiesta, de copas. Al tocarle la espalda para preguntarle si quiere otra, vuelve de un lapsus en el que se ve a punto de ser arrollado en la oscuridad de la autopista, después de dar un volantazo y perder el control chocando contra el guardarrail. El letargo del comienzo, los sonidos y la inercia, son el estado que le delata no apto para conducir.

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