martes, 28 de septiembre de 2010

Vistas

Desde mi ventana no se ve la calle. Ni el mar. Ni el campo. Ni siquiera el cielo. Desde mi ventana sólo se adivinan un patio gris casi siempre vacío y un muro triste y desconchado. Por eso hace mucho que dejé de asomarme entre los barrotes. Prefiero dedicar todo mi tiempo a degustar los segundos que aporrean sin parar el viejo reloj oxidado que cuelga de la pared.

Cronopio


1 comentario:

  1. cada segundo de ese reloj es un paso hacia la libertad mutilada. Me ha gustado mucho, sobre todo el "degustar".

    ResponderEliminar