jueves, 14 de octubre de 2010

Música, maestro

En mitad de uno de esos silencios que tanto frecuentamos ultimamente, empiezas a canturrear y a silbar. Inconscientemente vas acompasando poco a poco tus movimientos con el ritmo que nace de tu boca. Minutos después saltas alborozada mientras una orquesta invisible reproduce la melodía que esbozabas. Te miro atónito y caigo en la cuenta de que vivimos dentro de un musical.Intento seguirte, pero se nota demasiado que aún no he aprendido a bailar.

Cronopio


3 comentarios:

  1. A tus ya geniales micros intimistas les estás agregando un toque fantástico que les va muy bien. Me gusta.

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  2. Me alegro que te guste, Sara. Muchas gracias por todos tus comentarios.

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  3. Lo que me conmueve, es la narración, realmente es una observación desde uno de los protagonistas, ensimismada hacia la otra persona. El más mínimo detalle se tiene en cuenta, no se le escapa ni el ritmo respiratorio y eso es estar muy cerca de alguien. Tanto que se sufre demasiado, por no estar a la altura deseada... y en la idealización, nunca se está a la altura del otro ser.
    Tremendo, Cronopio.

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