martes, 23 de noviembre de 2010

Almodovariano

Al llegar al pueblo nos encaminamos, sin dilación, a casa de la abuela. Diez años son muchos, pero por allí el tiempo describe una curva más suave. Nos detuvieron nada más cruzar el umbral. "¿Los nietos, verdad? Los forasteros, claro." Mi hermano asintió y llorando pidió ver a su abuela. Las comadres se miraban y cuchicheaban dándose con el codo. Hay que reconocer que los tacones que llevaba no armonizaban con su bolso, pero no creo que eso justificara el revuelo. Íbamos de luto riguroso.

Damadeltablero


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