domingo, 14 de noviembre de 2010

Hammam

Me estoy autoclavando voluntariamente, envuelto en una densa y asfixiante niebla, sentado casi desnudo sobre baldosas a 50 grados centígrados. Sin preaviso, un bereber gigante se acerca, me tiende boca abajo sin miramientos, me somete a un tormento de golpes por todo el cuerpo y me levanta la piel con un estropajo. Con un brutal golpe en el dorso me ordena posición supina y continúa con el suplicio. Quedo agotado, casi sin aliento y con la piel desollada, pero contento de haber sido purificado.

tapia


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