domingo, 28 de noviembre de 2010

Preparando la cena en Macondo.

En la noche de un domingo cualquiera, sin pasado ni futuro, y en el tedio de un paréntesis previo a un arroz con pollo , releo en Macondo la intensidad de las presencias que pueden sentirse livianas o densas y las despedidas largas o ligeras como libélulas al sol.
Me entrelazo el delantal al vaivén de los olores del sofrito y mientras, Enya me recuerda que sólo el tiempo acomoda en las butacas de platea las emociones sentidas. Doy por buena la experiencia y miro el reloj. Publica. Acepto.
Albada

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