lunes, 27 de diciembre de 2010

La otra Navidad

El calorcito de la chimenea lo mantenía atado en una extraña ubicación, junto a un extenso ramillete de caras conocidas. La sinceridad o la noche, -según se prefiera-, le zarandeaban a intervalos incomodando su yo amable. Sus ojos eran pardos miel cuando llegó. Su pareja al verlos verde océano con olas batiendo los suyos, supo con tristeza, que no tardaría en incorporarse y desaparecer. Se acercó extendiendo su brazo por toda la espalda hasta amasar su voluntad al antojo... y se fue.

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