domingo, 19 de diciembre de 2010

Qué impide

Le admira secretamente y, al tiempo, le corroe la envidia, pues sus propias expresiones se atropellan, chirrían y resultan punzantes en su amarga torpeza. Su escaso talento es obvio para todos menos para él mismo. Por ello, aún se pregunta qué le impide rozar, como él, las palabras con la misma dulzura, acariciar con metáforas reales cuerpos virtuales en franco declive, dibujar tristezas con trazos tan luminosos que las hagan deseables, susurrar con gesto ambiguo negros presagios de felicidad.

3 comentarios:

  1. Enlazando con el texto, no creo que su autor/a tenga que envidiar a nadie.

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  2. La envidia, deporte demasiado extendido, anclado en la pasividad. Contra la envidia... acción. Nada lo impide. Magnífico relato

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  3. Gracias Luis, alsquare, por los comentarios. Qué me impide firmar, es algo tan complejo como el verdadero meollo de este microtexto. A quién atribuirlo es otro dilema. De momento me lo atribuyo yo, es decir, cualquiera.

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