sábado, 1 de enero de 2011

Ardientes sueños

El romántico crepitar de la leña ardiendo lo acompañó hasta que cayó dormido. Lo despertó un acre y penetrante olor: su propia carne en combustión. Sus desesperados esfuerzos por apagar las llamas fueron vanos y ardió hasta consumirse como una tea. El crujir de uno de los troncos lo despertó de nuevo. Preocupado por la pesadilla que acababa de tener, decidió apagar el fuego con un buen cazo de agua. Con espanto, no encontró sus brazos. Tampoco sus piernas. Había quedado reducido a cenizas.



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4 comentarios:

  1. Las fuertes campanadas lo despertaron...

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  2. Una de las condiciones básicas del relato de terror: No hay salida, o la salida conduce de nuevo a su interior.

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  3. Este quiere ser un relato de terror con un componente algo cómico. O de humor terrorífico. Un bucle pesadilla-realidad-pesadilla, sueños dentro de sueños, en ciclos que pueden ser infinitos. Pero prevalece la sensación de irrealidad: las cenizas protagonizan y relatan el cuento. El/la lector/a lo sabe, y por tanto lo interpreta como una broma.

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  4. @Anónimo
    No sé exactamente como lo calificarías, pero te ha quedado estupendo, que a fin de cuentas es lo que se busca. Terrorífico y sin salida, como bien dice Jose Javier.

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