Iba por la calle y sintió un golpe tremendo en la cabeza. Miró anonadado a su alrededor. Y solo encontró un desmayado pájaro en el suelo. Cerca no había casa ni árbol alguno. Algo rarísimo, pero el pájaro debió morir en el aire.
Aturdido recogió el pájaro del suelo para depositarlo en una papelera cercana. Pero no lo consiguió. Una bandada de urracas, de cuervos, de mirlos, de golondrinas, de vencejos, le atacaron con saña, le picaron la cara y los ojos, hasta que soltó el cuerpo de aquel pájaro misterioso y las aves desaparecieron de nuevo.
Gabriel Palafox
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Aturdido recogió el pájaro del suelo para depositarlo en una papelera cercana. Pero no lo consiguió. Una bandada de urracas, de cuervos, de mirlos, de golondrinas, de vencejos, le atacaron con saña, le picaron la cara y los ojos, hasta que soltó el cuerpo de aquel pájaro misterioso y las aves desaparecieron de nuevo.
Gabriel Palafox

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