Lanzó una flecha y acertó en el centro de la diana. Silencio. Lanzó la siguiente y atravesó la primera. Murmullo y alguna tos. De espaldas, la tercera flecha atravesó a la anterior. Tibios aplausos. Agradeciendo el favor del público, el arquero de gafas negras cogió el bastón blanco y dando golpecitos al suelo se marchó. Este número ya aburre, pensó.
Andrés
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Andrés

Me gusta la forma que has tenido de resaltar que hasta lo más extraordinario deja de impresionar con la adaptabilidad de por medio. Bienvenido, Andrés.
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