viernes, 28 de enero de 2011

Sin dueño

Siempre me revolvía el pelo, incluso me dejaba dormir la siesta apoyado en su barriga.
Pero existían esos "otros días" en los que tenía el ceño fruncido y me reñía por todo, pero si le miraba a los ojos, enseguida reía.
Una mañana lluviosa me llevó a un edificio sombrío y dijo: "sé bueno, volveré pronto".
Desde entonces han transcurrido seis meses, dos días y tres horas.
Cada noche le espero asomando el hocico por la reja de la perrera, aullando a la luna. Pero él donde quiera que esté, no puede oírme.


desasosegada

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