El taller de escritura terminó. Hoy es día de evaluación y charla individual en casa del profesor. La puerta está abierta. Entras. La casa parece vacía. Un fuerte olor metálico parece venir de la pequeña sala donde se reúne la clase. Bajas las escaleras y entras. Constatas dos cosas: has llegado el último y tus compañeros están sentados, muertos. Degollados. Gritas y comienzas a girarte para escapar, pero detras de ti suena una voz: "Y ahora, Andrés, hablemos de sus excesos con los adjetivos".
Hank66
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Hank66

Jajajaja... veo le que convenciste tú. Grande Hank!
ResponderEliminarQué buen final. No supe si sonreír o gritar de espanto. Se tomaba muy a pecho las correciones ese profesor...
ResponderEliminarUn saludo, Hank.
Está claro que has vuelto con energías renovadas. Queda saber si el bueno de Andrés escapa, es asesinado como el resto, o quizas recluido hasta aprender un buen uso de los adjetivos, motivo por el que le causará gran trauma con sed de venganza sobre el gremio del profesorado...
ResponderEliminarJajaja, gracias amigos, la verdad es que leer vuestros comentarios es más divertido que escribir el "micro". Cormorán... de mis relatos no escapta ni el apuntador, jajaja. Un abrazo.
ResponderEliminar¡Menudo taller de escritura, Hank!, esta claro que el profesor tenía claro que la educación con sangre entra. Saludos y me reitero en la alegría de que ya estés a pleno rendimiento.
ResponderEliminarPues este relato lo leí en el taller de escritura al que asisto los sábados. Nos pusieron un ejercicio rápido, un micro de terror. Se reía todo el mundo, jejeje, pero un poco por lo bajini. No se acaban de fiar de mí, jajaja.
ResponderEliminarNo me fiaría ni yo, amigo mío. Exceso de adjetivos...qué pesadilla.Bueno.
ResponderEliminarCacho relato, hank. El final es exquisitamente siniestro. Norabuena.
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