El hombre más pequeño del mundo coincidió en un estudio de televisión con la mujer más grande del mundo, y se enamoró perdidamente de aquella enorme mujer. Cuando ella lo cogió delicadamente por las axilas y lo levantó como a un muñequito, él la miró embobado, su pequeña carita arrobada de pasión. Fue en ese momento cuando murió. No lo llegó a matar el desdén de la gigantesca mujer. Fue una risa, con un impulso asesino, que surgió de entre el público y se clavó en su pequeña espalda.
Hank66
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Hank66

Menos mal que nuestros comentarios, ni son tan crueles, ni los tomamos tan en serio, o no?
ResponderEliminarAaarrrggggg....
Un saludo sin risitas, Hank
El final es muy bueno, tan grotesco como la imagen que presentas con esos dos seres tan exageradamente opuestos. Me encanta cuando en los relatos las metáforas se hacen reales(como la de esa risa que se clava en la espalda).
ResponderEliminarUn saludo.
Me ha encantado, que duro!!!
ResponderEliminarA mí me ha parecido tremendo, sobre todo por esa crítica que encierra el final, esa reacción histérica de un público resultado de la inversión de los valores, de la manipulación, sediento de sangre circense y capaz de despreciar y matar todo lo que se sale de la vulgaridad y de la norma. Genial, Hank.
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