Decidieron desistir y abandonarlo hasta que muriera. Nadie había preguntado por él en este tiempo, y aquél era un territorio árido y fronterizo sin ningún valor. Hace más de dos años que le ordenaron que defendiera el paso por aquella garganta excavada por el salvaje viento del desierto, y en los últimos ocho meses, ya había abatido a media docena de mensajeros enviados para comunicarle que la guerra había terminado.
javiermoro
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javiermoro

Que lástima. Un buen relato.
ResponderEliminarQué gusto de leer.Un placer
ResponderEliminargracias a ambos, un saludo.
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