Todos los días esperaba el milagro. Se peinaba, cargaba el teléfono, ordenaba su vida, esperaba? Una tarde, quiso sentir la caricia de una lluvia tímida que caía entre luces doradas y arcos iris tramposos. Se descalzó, olvidó el teléfono y abrigada por sus viejos tejanos, salió. No oyó la llamada. No oyó la moto. Ni el timbre o el grito que él gritó por su ventana antes de subir a un avión que no llegaría a ninguna parte. Pero a ella ya no le importó.La lluvia había disuelto su espera en olvido.
mirina
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