viernes, 10 de junio de 2011

Tarde

Todos los días esperaba el milagro. Se peinaba, cargaba el teléfono, ordenaba su vida, esperaba? Una tarde, quiso sentir la caricia de una lluvia tímida que caía entre luces doradas y arcos iris tramposos. Se descalzó, olvidó el teléfono y abrigada por sus viejos tejanos, salió. No oyó la llamada. No oyó la moto. Ni el timbre o el grito que él gritó por su ventana antes de subir a un avión que no llegaría a ninguna parte. Pero a ella ya no le importó.La lluvia había disuelto su espera en olvido.

mirina

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