El abuelo enloqueció. Se largó a su niñez. Ahora vive en Cornellá, en la residencia que construyeron sobre su antiguo colegio. Se ha reencontrado con antiguos amigos. Ríen y charlan todo el rato. A veces salen y suben a lo alto de la Torre de la Miranda, el castillo de su infancia. Hacen fiestas. El abuelo saca a bailar a una chica, 60 años después, y en el aire flota un leve aroma a refresco y colonia infantil.
Hank66
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