Entré al cementerio persiguiéndola. Al no verla voceé con desesperación su nombre y de detrás de un panteón salió un espantajo diciendo que qué quería. En estas se presentó la perrita ladrando insolentemente al engendro. Aclaré el equívoco con él, que resulto ser un tio simpático bajo su apariencia siniestra, y me fui de allí con mi caniche Marilyn bajo el brazo.
Indignado_x
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Siempre me ha gustado mucho el humor negro. Creo que es muy difícil alcanzar un equilibrio entre la sátira y la chabacanería. Este es un magnífico ejemplo. Un saludo.
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