Mateo murió pensando en el tesoro. Claro que miró por última vez a su mujer, a su hija, a la desolada madre que le iba a sobrevivir... No obstante, en ese instante preciso en el que, simplemente, Mateo tuvo la certeza de que el último interruptor se apagaba, no pudo dejar de sonreír tristemente al pensar en las monedas, los diamantes, las gemas de todo tipo... en aquel tesoro que encontró en el fondo de una cueva misteriosa cuando era niño y que, al despertar, perdió para siempre.
Hank66
Me gusta esta vertiente poética y dulcemente nostálgica que añades en esta ocasión a tu tema favorito. Saludos
ResponderEliminarMuchas gracias, Gabriel. El tema surgió ayer en una clase de un taller de literatura y, por una vez, me dejé de violencias y temas truculentos, jejeje, aunque la muerte está ahí, para variar... Un saludo.
ResponderEliminarMe lo imaginaba, Hank. Ese texto improvisado como el aperitivo previo a la comida navideña que nos estás guisando. Me gusta.
ResponderEliminarUn saludo.
Gracias, veintiuno, la verdad es que me entran sudores fríos cuando el profe propone un tema para desarrollar en unos minutillos, no me gusta escribir así, pero ayer surgió la chuminadita esta y esta mañana la he retocado un poquillo para colgarla aquí. Ya echaba de menos Relatarium, que he estado un poco apartado durante unas semanas. Un saludo.
ResponderEliminarEl cofre del tesoro, lleno de piedras y gemas. De un tiempo de asombro y misiones imposibles que llevar a cabo.
ResponderEliminarEl cofre de un pirata que en algún momento tenemos que enterrar. Como a los muertos.
Me gusta Hank. Un abrazo.
Muchas gracias, Albada. Sigo matando gente... pero con más calma, jejeje. Gracias por tus comentarios. Un abrazo para ti.
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