El caballo huyó al galope, partiendo las piedras con sus cascos como si fueran piñones. Su silueta, regada por candentes hilos de sol, recordaba a ese cromo oculto en una tableta de chocolate y que el niño descubre entusiasmado. Su jinete se extravió en el inmenso desierto de las inquietudes y anduvo buscando otra cabalgadura que lo transportara al reino de las olas fértiles.....hasta que halló un pequeño asno, color de nube. Con un leve y placentero trote, lo depositó en un mundo sin prisas.
country49
Muy bueno. Sugestiva idea la de apearse del caballo para subirse al burro.
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