Un domingo tu madre te llevo de visita a aquel convento, a por unas pastas, entrasteis en aquella salita en la que solo había un torno en la pared, tarde descubrirías su función y su servicio, la curiosidad te perdió, tu cuerpo pequeño cupo en uno de sus cuatro compartimentos y sin darte cuenta te encontraste del otro lado, alguien vestido de negro de los pies a la cabeza te miraba sonriente, quisiste regresar pero no había retorno, sus manos se tornaron garras y supiste que no te soltaría nunca
JESTA
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