Siguiendo las indicaciones, depositó los bellísimos volúmenes con letras grabadas en oro, desde la A hasta la Z, y, una vez colocados, acarició sus lomos, tomo a tomo, hasta que llegó al final de la estantería y su distraída mano topó con una desordenada pila de viejos teléfonos móviles.
Esquivando caducos tubos catódicos, salió del Punto Verde con una nostalgia obsoleta.
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