Un disparo certero y la luna se hizo añicos. No hubo tiempo de reaccionar, el vehículo se precipitó por el acantilado y se hundió en las profundidades del océano. Desde entonces el plenilunio, único testigo, se convirtió en cómplice silencioso y causa-efecto del asesino. Así, cuando ella resurgía resplandeciente, vestida con sus mejores galas y con aire misterioso e hipnotizador, inconsciente del influjo que provocaba, él frío y calculador, localizaba su objetivo y rifle en mano se disponía estratégicamente. Pilar. vinculoprivado.blogspot.com
Me ha gustado Pilar. Espero no nadie esté en el punto de mira de nadie, menos de tu asesino.
ResponderEliminarPor si acaso, en noches de plenilunio, andaremos todas con ojo.
Un abrazo
Gracias Aldaba, aunque el tema me ha dado para el relato, no creo que las noches de luna llena sean tan distintas de las demás, otra cosa es que queramos creerlo.
EliminarMuchas gracias por tus comentarios.
Un abrazo.
Perdón Albada
Eliminar¡Un disparo que alcanza un objetivo situado entre 350 mil y 400 mil kilómetros de distancia! Y en un instante. Poderosa arma, capaz de destrozar nuestro satélite natural en un santiamén.
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