Todas las flores y plantas del parque eran artificiales. Sólo los bancos parecían naturales. Se desplazaban de un lado a otro buscando acomodo y algunos se recostaban, doblando sus patas, sobre el cesped de plástico. Una madre paseaba una muñeca en su carrito, buscando la sombra de un árbol de cartón piedra. Ya atardecía y el guarda desinflaba las fuentes, guardándolas en una garita de madera. Mañana, cuando el parque abra su enorme boca de hierro, continuaré el libro que acabo de cerrar.
country49
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