sábado, 20 de octubre de 2012

Viajes delirantes

La quiso llevar a pasear en góndola y a ver la torre Eiffel. Ella prefirió quedarse en casa y comer sardinas en conserva. A su vuelta, encontró un gato gris relamiéndose los bigotes, un bebé llorando y a ella en la cocina pelando patatas. Se giró y lo vio allí, con esa mirada febril que tan bien había aprendido a diagnosticar.
Recordó la primera vez, cuando le dijo que jamás olvidaría cómo se conocieron en Roma. Ese año, él causó baja y ella se quedó a su lado para, a su forma, viajar con él.

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