Sufrió una herida en su antebrazo que al cicatrizar adoptó la forma de unos labios. Su textura era fina y delicada. Un día, un impulso le condujo a besar la cicatriz y sintió un estremecimiento. Desde entonces, la mimaba con cariño e incluso, a veces, le aplicaba pintura de labios para que su huella permaneciera en su boca. Pasó el tiempo y la cicatriz se fue desdibujando; con rabia, tomó un cuchillo y removió con saña la herida con el anhelo de conseguir el rebrote de esos labios que añoraba.
country49
Me ha encantado. Se ve que tu imaginación es un yacimiento inagotable. Enhorabuena.
ResponderEliminar¡Gracias Anónimo veneciano! Todos tenemos un yacimiento por explotar en nuestra imaginación. Sólo hace falta escoger el material más exótico y surrealista que nos sugiera una pequeña historia (sin desmerecer, por supuesto, otros relatos más convencionales)
ResponderEliminarUn saludo de country49