domingo, 17 de febrero de 2013

Pequeños gestos, grandes conquistas

Se enamoró de ella en el instante mismo en que el tirante de su camiseta resbaló sinuoso por su hombro mostrándole toda su tersa desnudez. Aquel hombro se convirtió en el fetiche secreto de su pasión, a él subía, primero con besos furtivos, después consentidos, para abrirse paso por entre los recovecos de su cuerpo y alma, sabiéndose entonces conquistador y conquistado. Sobre aquel hombro se recostaba para buscar el bálsamo que le hiciera dejar atrás todo lo que de agitado había tenido el día, dejándose hipnotizar por el cadente vaivén de su respiración. En aquel hombro derramó lágrimas de dolor, y en él se apoyó para seguir caminando. Aquel hombro era todo su universo en ella y bastó un simple tirante para alcanzar la felicidad.



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