martes, 2 de abril de 2013

Soñadoras al tren

En las ocasiones en las que viajaba en tren, elegía cuidadosamente qué ropa vestiría, con qué complementos y zapatos se daría un toque de distinción, y con qué maquillaje, natural y fresco, se iluminaría el rostro. Cuando reservaba su billete, fantaseaba con el desconocido, interesante y atractivo, que se sentaría a su lado. Ella estaría en su asiento, junto al pasillo, y él llegaría para ocupar el suyo junto a la ventanilla. Al levantarse para dejarle pasar, le llegaría el olor de su perfume, seco y áspero, como la madera, pero cálido como una puesta de sol en verano. También cabía la posibilidad de que aquel asiento no lo ocupara él, pero no por ello perdería las esperanzas; se levantaría para ir a tomar una copa al vagón cafetería y allí lo encontraría, tomando un "on the rocks", con el nudo de la corbata aflojado y el botón del cuello de la camisa desabrochado. Le sonreiría y levantaría su copa para brindar por el fortuito encuentro. Cuando inauguraron la línea de alta velocidad, todos sus romances pasaron a ser demasiado fugaces; no le merecía la pena tanto esfuerzo. Fue el momento de apearse.



2 comentarios:

  1. Desde luego esa mujer no viaja en el mismo tren que yo, debería enviarle una foto de mis compañeros en el último viaje... eso sí, majiiiisimos, pero feos... jeje

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  2. Pásales el "Photoshop" de la imaginación :)
    Saludos pluviosos, Marga

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