lunes, 20 de mayo de 2013

SUEÑOS, SOL, Y SOLEDAD

Su pelo era una maraña de greñas sucias que caían sobre su frente, desordenadas; en sus ojos, finas venas ensangrentadas rodeaban la expresión de soledad que irradiaban al mirar; caminaba encogida sobre sí misma, en sus nudosas manos la mugre se colaba por las arrugas y la piel flácida y deslucida. Su aspecto repelía a cuantos el destino cruzaba con ella. Mejor. No quería compañía, quienes se habían acercado la aturdían y agobiaban con sus preguntas. La curiosidad, el morbo, eso era lo único que les movía. Buscaba sitios apartados, descampados, arrabales, lugares solitarios donde perderse y disfrutar del silencio; le encantaban los días soleados; la sensación de bienestar del sol sobre su piel la trasladaba a su infancia feliz y despreocupada. Se agarraba fuerte a ese recuerdo y rememoraba sus infantiles anhelos: de mayor sería enfermera o azafata, puede que actriz, pero nunca, ni una sola vez soñó ser indigente.

Yolanda Nava

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