miércoles, 3 de julio de 2013

La casa de la abuela; la cocina.

Adoro las cocinas; son el corazón de una casa.
Sencillas y cercanas, alejadas de los fastos del salón y de los desahogos del dormitorio, es allí, donde se cuece la vida del grupo.
Sentada en aquella mesa, a la que me izaban con un cojín de terciopelo dibujé trabajosamente mis primeras letras, rodeada de pelotillas de goma de borrar y de aromas de guisotes , ¡ay… donde habrá quedado aquella aprendiz enana de escritora!
 Hoy aquella estancia está fría y sin aromas y yo, melancólica, voy vaciando armarios y tirando nuestros enseres. En breve, otra familia urdirá aquí su historia.

desasosegada

3 comentarios:

  1. Yo recuerdo una cocina de mi infancia, la casa de unos parientes en un pueblo de Asturias, a la orilla de un río y al pie de la montaña, con una mesa bajo cuya tabla levadiza se guardaban los grandes panes aromáticos hechos en casa, asomando por la ventana una rama de higuera de la que podía tomarse el fruto, bajo el suelo un establo con vacas del que llegaban efluvios que, curiosamente, no recuerdo como desagradables, y que ofrecía la posibilidad de tomar la leche recién ordeñada, espumosa y caliente, y la miel recolectada a no más de trinta metros. Algo así como el paraiso perdido. Gracias, Marga, yo también he viajado en el tiempo.

    El Manco.

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  2. Manco, te recomiendo que eches una ojeada al último libro de Philipe Claudel "aromas", verás, es como esa cocina de tu infancia, todo huele, todo sabe.
    Un abrazo.

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  3. Gracias, Marga, le echaré unas oliditas y unas lamiditas a tu salud.

    El Manco.

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