viernes, 26 de julio de 2013

Nada, nada queda

A veces el ayer se impone irremediablemente. Eso fue lo que me ocurrió aquel día.
No pensé en tí, te lo juro; sólo en el pasado, en la juventud, en la felicidad perdida y casi sin pensarlo me encontré conduciendo hacia allá.
Apenas llegué ya supe que tu recuerdo lo inundaba todo; me sonreías desde todos los bares, me llamabas desde todas las ventanas y así, andando sonambula por las calles,  me encontre en la puerta de tu casa.
Nadie supo hablarme de tí; ni vecinos, ni tenderos; tu huella se habia borrado sin dejar rastro. Sobrevivimos mientras permanecemos en el recuerdo de alguien, después de eso: la nada. Volví al coche y dando un portazo partí sin mirar atrás sabiendo que aquella cuenta eternamente pendiente, la había zanjado el tiempo.
Sentí al alejarme que me iba volviendo humo.

desasosegada

1 comentario:

  1. Un relato del alma, me gustó mucho.
    Los fantasmas del pasado de pronto nos juegan malas pasadas abofeteando nuestro presente.
    ¡A romper cadenas y seguir adelante!
    Un abrazo marga

    ResponderEliminar