lunes, 5 de agosto de 2013

Mentiras piadosas

Mientras la voces de mi mujer, celosa y enfurecida, me llegaban como un murmullo apagado y desvaído, yo lanzaba furtivas miradas al objeto de mi amor, a la que me robaba el corazón y el alma. Sus curvas enloquecedoras, su cuello grácil y recto, su elegante y corto vestido que apenas cubría con gracia un cuerpo tostado por soles eternos, atemperado su ardor por recatadas oscuridades. La eterna tentación mediterránea tras un cristal que nos separaba. Por fin, mi mujer elevó un poco más su tono de voz para llegar al inevitable final, al demoledor ultimátum... -Por última vez Adrián... elige: ella o yo. Le eché un último vistazo a la botella (una garnacha espectacular), suspiré, y parpadeando de manera inperceptible, contesté -A ti, querida, siempre a ti...

Hank66

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