domingo, 16 de febrero de 2014

Fiesta

Desde niño tenía un temor irracional a las corridas de toros, pero aquel día, como un ejercicio de autosuperación, decidió vencerlo. Sintió un sudor frío al sentarse en el tendido. El primer toro se plantó frente a él y le clavó la mirada como si le estuviese esperando. Al empezar los capotazos le sobrevino un intenso mareo. Después sintió en carne propia el aguijón del picador y las banderillas hasta que se desmayó. Cuando se despertó notó que le arrastraban por la arena. Se dio cuenta de que sólo le quedaba un hilo de vida y quiso gritar, pero emitió un apagado mugido que sólo él mismo alcanzó a escuchar. Lanzó una última mirada y se vio a sí mismo en el tendido, aplaudiendo y agitando un pañuelo blanco. El matador se acercó con un cuchillo y le agarró la oreja. En ese momento se hizo el silencio.

El Manco del Espanto

4 comentarios:

  1. ¡Qué horror! es una visión desesperante de una vivencia que más de uno tenía que vivir en sus propias carnes.
    Me ha gustado como lo has contado. Un saludo.

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    1. Muchas gracias, Carmine, tus comentarios siempre son muy gratos. Quiero aclarar que no soy abiertamente antitaurino, lo que tampoco implica que sea un defensor de las corridas de toros. El relato no pretende terciar en esa polémica sino simplemente utilizar la innegable fuerza y sugerencia de ese escenario.

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  2. Lograda vuelta de tuerca, amigo Manco. Otro personaje más para tu selecto bestiario.
    Maullidos afectuosos.

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    1. Mi gata, cómo me gusta que acudas a mi llamada. Sin un comentario tuyo mi relato caería un poco en el vacío.Gracias por no fallarme..

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