miércoles, 14 de mayo de 2014

PINCELADAS DE PASIÓN

La lluvia de fuego que lentamente devoraba la ciudad hizo crecer en los campos un tubérculo peculiar. Los que lo comieron fueron objeto de una extraña efervescencia en la boca del estómago y de unas enloquecidas ansias de vivir. Ese año se duplicaron los nacimientos y, en pocos meses, las risas de colores pintaron el gastado gris de los edificios. Una nueva urbe renacía de las cenizas.

Concha García Ros

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