martes, 8 de julio de 2014

Los ojos de Sasha

En el cénit de la tormenta el casco del carguero se desgarró contra el arrecife. El muchacho despertó a media mañana desnudo y varado en la playa. Había sido el único superviviente.

Se vio rodeado de una panda de gorilas jóvenes. La isla estaba llena de gorilas. Y a él le enseñaron a ser uno más. A saltar, a jugar, a correr, a reír, entre los cocoteros. Había una muchacha, él lo diría así, que se llamaba Sasha…

Unos años más tarde vino otro barco y volvieron a vestirlo con zapatos. Y los gorilas llenaron los zoos de medio mundo

Hoy, con la vida ya vencida, en frente de los barrotes, mira a la nieta (¿por qué no?) de Sasha en la jaula del zoo.

Sabe que le llaman el loco de los gorilas, porque siempre está allí mirando. Cuenta a todo el mundo su historia.

Pero nadie lo cree. Y llegan a sus espaldas esos falsos comentarios: “Yo lo conozco, es un desgraciado. No sabe ni nadar. Anduvo de orfanato en orfanato. Y, luego, gastó su v ida descargando barcos en el puerto. Se casó con una víbora que lo exprimió y, con el divorcio, lo dejó escurrido. Como un bacalao al sol”.

Cuando arrecia la tristeza él va al zoo. Y mira a Sasha a los ojos. Y puede ver en ellos el mundo que una vez, cuando era un niño y tenía toda la vida por delante, soñó.



Francisco Rodríguez Tejedor

7 comentarios:

  1. Así que eres tú. Acabé Biología y me aceptaron de becaria para preparar y ayudar a preparar las comidas del zoo de Barcelona. Aún vivía Copito, pero a mí no me dejaban preparar nada para él y los suyos. Sepas que lo más divertido era tener ratitas para los reptiles pero yo me negaba a servirles esa comida. En el reciento abierto de los gorilas hay, en efecto una hembra, de unos cuarenta, que llamamos Sasha, y que nos mira como a hermanos, pero en especial a un tipo que viene cada tarde a las siete y se ponen a charlar. Sin palabras la mayoría de los días.

    Cuando no vienes, ya sabemos que cenará muy poco. Un abrazo

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  2. Sí, soy yo, efectivamente. No he logrado ocultarlo. Preparo un libro que se llamará "El hombre que hablaba con los gorilas". No, mejor, "Sasha y yo", que es mucho más comercial.
    A ver si te veo, la próxima vez, y cenamos juntos los tres. Sasha tiene muy buena conversación, ya lo verás, sobre todo cuando se toma una cervecita bien fría. Y tú y yo podemos hablar de lo que nos gusta, de qué raro es este verano y de por qué escribimos hasta en las paredes. Seguro que Sasha nos escucha con cortesía y admiración. Besos.

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  3. Ella se expresa muy bien, como no ignoras, pues seguro te cuenta sus sensaciones ante la comida y ante la gente que les mira desde el otro lado de la verja que delimita su espacio,
    Lo que no saben los hombres, es hasta qué punto Sasha les analiza a ellos, por sus posturas, por cómo les fotografían, por cómo se enojan cuando ella permanece de espaldas porque le da rabia que esos creídos se sientan tan superiores,

    No sé por qué escribimos, como Sasha no tiene necesidad de entender por qué respira, pero no lo veo tan interesante como esa merienda para tres, a la que llevaré plátanos,

    No me va el punto, Fdo, Sasha

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  4. Pues allí nos veremos, sin duda. Intuyo que será una estupenda velada. Será dentro de unos días. Hoy me marcho durante una semana de vacaciones a un sitio sin mucha cobertura. Cuídame a Sasha lo mejor que puedas. Es un paraíso perdido al que me gustaría volver. Por lo menos literariamente, que no es poco. Y tú sigue investigando que la Biología (Tratado de la vida, si mal no recuerdo), es muy útil a los demás y da mucho de sí. Besos.

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    1. Nos cuidamos mutuamente. Llegó a a explicarme de su hábitat y lo que ahora entiendo fue tu edén de infancia. Te esperaremos pues, donde los animales nos preguntamos qué prisas tiene esos hombres en hacer fotos, olvidándose de sentir que esa visita les comunica con la naturaleza de la que forman parte.

      Lo dicho, los plátanos los llevo yo. Buenas vacaciones.Un beso, y un desparasitamiento virtual, de parte de Sasha madre.

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  5. Vuelto de vacaciones he de reconocer, sintiendo algo de culpa, que me he acordado poco de Sasha. Tal vez porque las vacaciones, son en sí mismas, un sustitutivo perfecto de los ojos de Sasha.
    Ahora, que acabo de llegar, ya estoy intentando perderme en la espesura de sus pestañas, bañarme en las cálidas aguas de sus ojos. Todo lo que sea, con tal de no empezar otra vez con la dura tarea de cada día. Tendremos que quedar a cenar, más pronto que tarde. No creo que aguante así mucho tiempo. Abrazos.

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