sábado, 19 de julio de 2014

Un lugar entre el cielo y el infierno

Juguetea rítmicamente sobre la cama. Desnuda. Limpia. Su bonito cuerpo se exhibe orgulloso, seguro, escoltado por un ejército de hormonas, listas para la feliz batalla. Con los pies enredados en el cabezal, espera su regalo, ansiosa. Imaginando como se deslizará el aceite, con el que él a sacado a pasear sus deseos más prohibidos, alimentados durante todo el día, en forma de palabras...

El pasado le visita continuamente, con una regularidad creciente. Último consuelo donde se agarra el presente en un mítico acto de supervivencia.

El trayecto es corto, solo lo que tarda en cruzar el pasillo, con un arco iris de pastillas, el tensiómetro y ungüentos para las llagas, fruto estas, del apoltronamiento en un lugar que tiempo atrás, fue la expresión animal de ambos, en el inevitable descenso que dibuja la salud, cuando esta viaja, desde las más bellas alturas hacia un terreno que me es imposible describir.

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6 comentarios:

  1. "...en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza , en lo bueno y en lo malo, hasta que la muerte os separe..."

    Con o sin sacramento, en tu relato se cumple. Y quizás esa moneda con dos caras sea lo que más propiamente quepa llamar amor.

    Bien logrado salto temporal, eficaz y emotiva fusión de opuestos (sólo en apariencia). Me ha llegado.

    Un saludo. El Manco - Serie B

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    1. En las citadas circunstancias, creo que el sacramento es lo menos relevante. El texto lo has interpretado en toda su amplitud, ni más, ni menos.
      Saludos, El Manco.

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  2. La memoria, esa fuente de dolor la llaman algunos. Quizá en los últimos años la memoria lo es todo. Y no tiene por qué ser solo dolorosa. También, creo yo, puede ser reconfortante, justificativa de toda una vida, cuando ésta declina. Y uno se va convirtiendo en un mueble que una vez vivió, sintió. Y que todavía recuerda lo que era eso. El que lo hizo, claro. Si no queda el llanto amargo y la más absoluta desesperación. Y esa es la diferencia, para mí, entre el cielo y el infierno.Gracias por recordármelo amigo.

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    1. La memoria se convierte con los años casi en tan necesaria como el oxígeno que respiramos. La profundidad que utilicemos al recordar será proporcionalmente, tan dolorosa, como dichosa en otras ocasiones... Mientras tanto, vivamos en ese punto medio que solo obedece a las circunstancias y a la voluntad libremente elegida.
      Saludos, Francisco.

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  3. Me ha parecido impresionante este micro.
    Un saludo.

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  4. Muchas gracias, Marga. Me alegro que te haya gustado...
    Saludos

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