viernes, 1 de agosto de 2014

Humo

Nos miramos en el autobús y la seguí a su casa. Sentados el uno frente al otro en un salón sin cortinas, ella encendió un cigarrillo. Tras la primera calada aparecieron sus años de internado, su adolescencia entre lavanderas, después tosió: el desencanto con los hombres, noches de vigilia en la terraza del Ipanema, su madurez sin esperanza en un hospital de huérfanos. Sonrió con el cigarrillo en los labios, los ojos entornados por el humo, mientras se desabrochaba la blusa. Volvió a toser viajes que no hizo, amores que no conoció, hijos que nunca la esperan. Me alargó el cigarrillo con un leve temblor en los dedos.

―Toma. Apúralo antes de que se consuma ―dijo.

Exhausta, se dejó caer en el sofá.

Miguel Núñez Ballesteros

2 comentarios:

  1. Anónimo1/8/14, 9:12

    ¡ Bon appetit !

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  2. Primero uno se desnuda con las palabras. Y, luego, tal vez, de verdad. Habrá que esperar a que se volatice el humo. Abrazo.

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