jueves, 28 de agosto de 2014

La maleta (II)

Como en todos los cumpleaños, los recuerdos, formaban una parte indivisible con la realidad más cotidiana. Una memoria profunda como la suya, tiene la particularidad de que te puedes tirar y bucear en fondos abisales, repletos de imágenes semi-borradas, pero que ahí están; impertérritas al paso de los años, inmunes a la presión de océanos de olvidos.

A lo lejos, en lo más profundo, divisó una maleta: conocida, pero que no ubicaba perfectamente en el espacio-tiempo. Estaba cerrada, con llave, y claramente alguna vez había sido suya. Tenía en los lomos pegatinas de otros lugares, de fronteras conocidas, de otros países que su juventud hubiera resuelto sin esfuerzo. Fue a tocarla, cuando asustada, se percató que esta se movía. No podía ser. Un recuerdo es consciente, no puede tomar iniciativa...

Con poco oxígeno con el que resolver, intentó ubicar el objeto rebelde y no pudo sin más, que abandonar el recuerdo sin resolver de qué o quién se trataba . De todas formas era imposible que su amigo estuviera vivo tantos años dentro de aquella maleta, en donde una vez intentó meterlo para que formara parte de su vida.

Los niños tenían hambre y su hombre la miraba sonriendo como aquél que no tiene ni la más mínima sospecha de que una maleta vieja pudiera abrirse sola, sin la llave que una vez su dueña tiró al fondo del rincón más oscuro y olvidado que existe.

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6 comentarios:

  1. ayyyyy los recuerdos, que nos acechan mientras nos quede memoria;
    "te tienen tan a su merced, como hojas muertas, que el tiempo arrastra allá o aquí, que te sonrien tristes y que... nos hacen que lloremos cuando nadie nos ve"

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  2. Me encanta ese comentario sincero, Marga. Los recuerdos nos esclavizan de alguna forma.
    Un beso...

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  3. Recordar es una cosa muy natural. Cierto que nos puede perjudicar un poco el estado de ánimo. También los recuerdos son placenteros. Pero en realidad lo que nos mata es lo que no recordamos bien.

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    1. ¡Por supuesto, y hasta necesarios! Aunque yo hablo de aquellos que anidan, crecen y hasta toman vida propia, cambiando la textura de nuestra memoria.
      Saludos y gracias por comentar.

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  4. Has tocado, y muy bien, un tema que a mí, particularmente, me interesa muchísimo. Nuestros recuerdos y nuestra memoria no es que formen parte de nuestra vida. Son nuestra propia vida de hecho. Y no los guardamos, ni conservamos ni rememoramos de forma lógica y racional. Los miraremos con el cristal, oscuro o transparente, como nos miramos en cada momentos a nosotros mismos. Que nada tiene que ver con el cómo nos miran, o nos recuerdan los demás. Haced la prueba, veréis las propias y las ajenas distorsiones. Un placer saludarte.

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  5. Bien que lo sé, Francisco. Y tienes parte de razón. Los recuerdos son extremadamente subjetivos, son capaces de, partiendo del mismo en si, fabricar miles de historias, tantas, como personas intervengan en el mismo y encima, nuestro estado de ánimo matiza a conveniencia una y otra vez, el mismo escenario. Saludos y gracias por el comentario.

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