jueves, 2 de octubre de 2014

Senbi

Félix K. abrió la puerta de su cuarto y al contemplar cómo dos diminutos gatitos jugueteaban sobre la alfombra, emitió un alarido sobrecogedor. Atónito, reconoció con pavor las suaves rayas peludas, las barriguitas rosadas, los bigotillos enhiestos. Sus terroríficos gritos atrajeron a Jan W., su vecino de corredor en el Johanneum.

-¡Félix, por todos los demonios! ¿A qué viene...?

-¡Los gatos!

-Son encantadores, sí, pero las mascotas están prohibidas

-¿Encantadores? ¡Son de trapo!

-¿Te has vuelto loco? Cálmate y…

A empellones, Félix lo condujo al otro extremo de la habitación, mientras señalaba un gran baúl negro decorado con extrañas filigranas.

-¡Ahí están mis mascotas! Hace tiempo que colecciono figurillas de animales que he ido adquiriendo en jugueterías, museos… ¡Oh, no!

-¿Qué?

-¡La que está encima del todo, mi última compra en Egipto! ¡La reproducción de un hipopótamo de la Din astía XII!

Mudos de espanto, escucharon un ronquido sordo, al tiempo que la tapa del baúl se levantaba y un pequeño hipopótamo azul se descolgaba por su frontal, seguido a corta distancia por un prehistórico león de las cavernas, un triceratops verdoso y una vistosa mariposa monarca.



Somnus Tuus

2 comentarios:

  1. ¿El apellido K. es intencionado? Porque aquí también hay metamorfosis.

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    1. No, no lo es. La verdad es que ambas fueron las primeras letras que me vinieron a la cabeza. Nunca pensé en lo que podrían significar, más allá de que pudiesen remitir a apellidos con cierto aire extranjero. Pero ahora que lo dice, es posible que haya sido una traición de mi subconsciente.

      Un saludo.

      Somnus T.

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