martes, 8 de marzo de 2016

Y los sueños, sueños son.

Mientras mi hermana mayor soñaba con una gran familia, la pequeña declaraba, con una seriedad cómica para su edad, que quería ser: payasa o astronauta
Lo primero lo consiguió muchas veces, seguramente más de las pretendidas, pero lo de astronauta se puso francamente difícil, una vez que quedó patente su pánico a las alturas.
10 años tenía cuando el hombre llegó a la luna y mientras nuestra abuela aseguraba que todo era una trola, ella miraba hacia el satélite con fascinación creciente.
Terminó como controladora de vuelo, que fue la profesión más cercana al cielo que pudo conseguir, sin despegar un pie del suelo.
Un día, cuando ya todas peinábamos canas, desapareció.
Buscamos por tierra, mar y aire pero sólo pudimos seguir su pista hasta el edificio España. Allí el ascensorista nos aseguró que la había elevado hasta la última planta y supuso que había descendido por la escalera.
Jamás bajó. No encontramos ningún rastro; no ha bía denuncia de accidente alguno, ni carta de despedida… nada.
Desde entonces, cuando la echo de menos, miro a la luna y tengo la certeza inexplicable de que me observa desde allí. Luego, me acuesto tranquila, a lidiar con mis propios sueños.

desasosegada

1 comentario:

  1. Si te sientes acompañada, será que sí está en la Luna y cumplió su deseo.
    Un abrazo.

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