viernes, 9 de marzo de 2018

Los enamorados por internet

Vestían de arial cinco frases de seducción. Se intuían tentando colinas, descendiendo a muslos perlados, artesanos con manos de trapecista, y besos de mago con chistera y sin varita. Dibujaban con calibrí palabras de amor imaginado, con pespuntes de ilusión, donde el chándal era un esmoquin negro, con toques de pachulí.
Se acariciaban entre hilvanes de puntos suspensivos. Dibujaban en cursiva, con interrogantes y sin signos de admiración, dejando que los mensajes reflejasen vainicas de deseos prisioneros en cuartillas de plasma.
Al fin se encontraron, pero la realidad les encontró con el paso cambiado. Entre palabras extendidas a mamporros, los mejores amantes resultaron ser lo que eran, dos desconocidos, sin nada que compartir.
No llegaron a subir de la mano a esa terraza, con vistas a ese océano caribeño, cuajado de los retozos de tahoma subrayados, ante un plasma incorpóreo de irrealidad.


Albada